Las llamadas redes sociales como el tuenti, facebook o twiter nos ofrece de manera sencilla y rápida dirigirnos a quienes queramos en ese momento, lanzando comentarios o simplemente frases cortas como es el caso de twiter haciendo público ese mensaje a puertas abiertas, todo aquel que lo quiera leer que le interese. Esto que acabo de explicar hoy en día no es nada nuevo pues la mayor parte de las personas utiliza más de una red social en sus vidas.
Personas que hacen de esto un uso personal, íntimo y otras un uso profesional.
Esta nueva entrada no se centra en las redes sociales como pensáis que puede estar dirigido, pero si está salpicada con este mundo de las nuevas tecnologías que nos invaden cada vez más llegando a absorbernos incluso el cerebro y sentido común. Sin ir más lejos, andando por la acera hay gente que sufren accidentes porque no se les olvidan que hay farolas y se chocan contra éstas por estar mirando hacia abajo y no hacia el frente, "tontamente chocados". ¡Tanto nos encandila este aparato que somos capaces de llevarlos con nosotros al baño, cerca de la cama, en la mesa mientras comemos! ¿Lo cuidamos, miramos y mimamos más que a nuestros propios hijos? Aunque parezca exagerado este aparato está provocando una dependencia de la que resulta difícil salir.
Nuestros hijos necesitan ser atendidos, una de sus necesidades es la de sentirse libres y una de las maneras de atender esta necesidad, es jugando. Con el juego libre son capaces de sentirse importantes, autónomos, protagonistas absolutos, se divierten, adquieren múltiples destrezas como por ejemplo, la resolución de problemas, comunicarse con los demás, la vivencia en un entorno diferente al habitual, el respeto, la cooperación o tolerancia. Este entorno que muchos niños no conocen o sí, pero no como rincón del juego me refiero a "la Calle".
No recuerdo infancia, sino hablo de la calle, y es que la calle ha sido el lugar de juegos para mis hermanos, primos y como no, para mi. Una calle solo para nosotros, para los vecinos, dónde no nos queríamos recoger cuando la llamada de nuestras madres nos lo recordaba, asomando la cabeza por la ventana más próxima a la calle. ¡Qué tiempos aquellos!, y que suerte tuve y han tenido las generaciones pasadas en las que no contaban con tanta masificación de coches en las calzadas y se podía echar horas y horas de juegos.

Pintura de Bartolomé Esteban Murillo,
"Niños jugando a los dados", siglo XVII, grupos de niños que manifiestan su alegría en el juego o comiendo golosos, y que son capaces de sobrevivir con sus limitados recursos gracias a la vitalidad que les otorga su propia juventud.

Esta fotografía refleja, niños jugando a ser milicianos, en medio de la calle, años de la guerra civil española, con total autonomía.
Cualquier momento era bueno para salir a jugar en la calle, llamar a los amigos de la placita, quedar con los amigos de la calle de al lado y pensar algún juego para entretenerse toda la tarde.
Los padres enviaban a por algún recado a sus hijos, "Antoñito ve a la tienda de María y compra.. o Pepe ve a casa de la vecina a ver si tiene.. Pienso que en esos años los padres hacían que sus hijos fueran más autónomos, solamente con éstos mandados hace que su hijo sea autónomo y resuelva problemas a la hora del cambio al pagar en la tienda o saber como debe dirigirse hacia la vecina. Hoy en día los padres van a hacer la compra del mes a un supermercado y dándole gracias porque han tenido tiempo para hacerlo. Los niños van acompañados la mayoría de las veces por sus padres a todos lados, tienen miedo de que pueda pasarles algo. Los padres apuntan a sus hijos a actividades extraescolares durante toda la semana para tener al niño recogido para su tranquilidad. Soy de las que pienso que éstas actividades también hacen, forman al niño, pero no dejan de ser actividades programadas, dirigidas, donde el niño no es el protagonista absoluto del juego. Por eso debe complementarse con los juegos de calle, los de toda la vida, juegos populares que vamos heredando de los mayores y que son universales con lo único que cambia son los nombres, por ejemplo;
"El teje", es un juego para niños y niñas, se necesita una tiza para dibujarlo en una acera o calle y un objeto, mis amigos y yo, buscábamos para lanzar al teje, piedras, mármoles, este último se desplazaba con rapidez sobre la casilla siendo el preferido. Se empleaba el turno de jugada, se elegía al primero en empezar con el juego de "Piedra, papel y tijera", la autonomía en dirigir tu propia jugada, la psicomotricidad gruesa y fina, las relaciones entre los amigos. Surgían problemas y había que resolverlos por si solos.
Animo para que estos juegos tan sencillos pero tan ricos a su vez sigan realizándose, que no queden en el recuerdo de pasadas generaciones. Esto se transmite de padre a hijo como los antiguos oficios.
Por eso he titulado esta entrada como: Los niños ¿Nuestro propio reflejo? Se dice que son como esponjas que todo lo que observan lo imitan, si el padre está continuamente con el móvil ellos querrán tener un móvil, así con todo, si los niños no ven a otros niños jugar, nunca se le pasará por la cabeza de salir a jugar.